No me he podido resistir y quiero compartir con vosotros esta manera de conseguir ser infelices, parece una tarea bastante fácil, más que intentar ser feliz.
Según dicen, el tiempo sana las heridas y los sufrimientos. Puede que sea cierto, pero no siempre es así, creer que el pasado fue mejor ayuda a amargarse.
¿Qué hacemos para amargarnos?
Escuchamos a las parejas decir: queremos que lo nuestro vuelva a ser como al principio, cuando nos conocimos. ¿Es esto posible?. Después de lo que hemos cambiado, madurado, las cosas que han pasado desde entonces. ¿Cómo podemos eliminar todo eso de nuestra memoria y de nuestro cuerpo?
Algunos ejemplos de como hacerse a uno mismo infeliz esta en idealizar el pasado, estar en el antes y no ver el ahora, culpar de lo que pasa a los demás en lugar de responsabilizarse uno mismo de la parte que le corresponde, y otra no adaptarse a los cambios que la vida misma tiene.
La sublimación del pasado
El aspirante a la vida amarga que esté más dotado, no tendrá seguramente mayor dificultad en ver su juventud como edad de oro perdida para siempre y en constituirse de este modo una reserva inagotable de aflicción.
Naturalmente, la edad de oro de la juventud no es más que un ejemplo.
Otro ejemplo podría ser el dolor intenso por la rotura de una relación amorosa.
Resístete a lo que le insinúe tu razón, tu memoria y tus amigos bien intencionados, que quieren meterte en su cabeza que dicha relación ya hacía tiempo que estaba quebrada sin remedio, y que tu mismo te preguntabas con frecuencia a regañadientes cómo lo haría para salirse de aquel infierno.
Simplemente, no les dé crédito a los que le dicen que la separación es con mucho un mal menor.
Convéncete, más bien por enésima vez, de que un «nuevo arreglo con la antigua pareja» serio y sincero constituiría esta vez el éxito ideal. (Sin duda, no lo será, demasiadas expectativas.)
Déjate guiar, además, por la siguiente reflexión eminentemente lógica: si la pérdida del ser querido es tan infernalmente dolorosa, qué delicia celestial no será el nuevo encuentro.
Apártate de todos tus amigos, quédate en casa junto al teléfono, a fin de que, si sonara su hora afortunada, estés disponible de inmediato y del todo.
En caso de que la espera se te haga larga en exceso, entonces la experiencia humana de tiempos inmemorables aconseja trabar una nueva amistad que sea idéntica a la anterior en todos sus detalles (por distinta que ésta al principio le parezca). Repite las situaciones no adecuadas que viviste en el pasado con la anterior pareja.
No ocuparse del presente
Otra ventaja de aferrarse al pasado está en que no deja tiempo de ocuparse del presente.
Si esto se hiciese, podría suceder muy bien que uno, por pura casualidad, en un viraje de 90 o hasta 180 grados de su ángulo visual, tuviese que comprobar que el presente no sólo le ofrece contrariedades suplementarias, sino también alguna que otra contra-contrariedad; no hablemos de muchas novedades que podrían hacer tambalear nuestro pesimismo adoptado una vez para siempre.
Atribuir la causa y la culpa a fuerzas mayores
Arrepentimiento va, arrepentimiento viene, uno carga con la culpa, entonces debiera uno haberlo sabido mejor, pero ahora ya es demasiado tarde. Se pecó entonces, ahora se es víctima del propio paso dado en falso. Naturalmente, esta forma de construcción de desdicha no es la ideal, puede pasar.
La fórmula «ahora ya es demasiado tarde, ahora ya no quiero», le permite permanecer inaccesible en su torre de marfil de indignación y evitar así que, lamiéndose las heridas infligidas en el pasado, éstas vayan a curar
Lo que nos hayan podido causar Dios, el mundo, el destino, la naturaleza, los cromosomas y las hormonas, la sociedad, los padres, los parientes o, sobre todo, los amigos, es tan grave que la simple insinuación de que quizás podríamos intentar poner algún remedio a la situación, ya sería una ofensa.
Aferrarse a soluciones que un día funcionaron.
Buscar fuera de lugar. La ventaja de una tal búsqueda está en que no conduce a nada, si no es a más de lo mismo, es decir, nada.
En estas pocas y simples palabras, más de lo mismo, se esconde una de las recetas de catástrofes más eficaces que jamás se hayan formado sobre nuestro planeta en el curso de millones de años y que han llevado especies enteras de seres vivientes a la extinción.
El aferrarse tercamente a unas adaptaciones o soluciones que alguna vez fueron suficientes, eficaces o quizás las únicas posibles.
El problema de toda adaptación a unas circunstancias determinadas no es otro que éstas cambian.
Entonces es cuando empieza el ejercicio.
La necesidad vital de adaptarse conduce inevitablemente a la formación de unos modelos de conducta que tienen como objetivo conseguir una supervivencia lo más eficaz y libre de dolor posible.
Pero, en cambio, por unos motivos todavía enigmáticos a los mismos investigadores de la conducta, animales y hombres tienden a conservar estas adaptaciones óptimas en unas circunstancias dadas, como si fueran las únicas posibles para siempre.
Ello acarrea una obcecación doble: primero, que con el paso del tiempo la adaptación referida deja de ser la mejor posible, y segundo, que junto a ella siempre hubo toda una serie de soluciones distintas, o al menos ahora las hay.
Aparecen dos consecuencias: primera, convierte la solución intentada en progresivamente más difícil; y segunda, lleva el peso creciente del mal a la única consecuencia lógica aparentemente posible, esto es, a la convicción de no haber hecho todavía bastante para la solución del mal.
Es decir, se aplica más cantidad de la misma «solución» y se cosecha precisamente más cantidad de la misma miseria, primera, no hay más que una sola, posible, permitida, razonable y lógica solución del problema, y si estos esfuerzos no consiguen el éxito, ello sólo indica que uno no se ha esforzado bastante.
Segunda norma, el supuesto mismo de que sólo hay una solución no puede ponerse nunca en duda; sólo está permitido ir tanteando en la aplicación de este supuesto fundamental.
Extraído del libro El arte de Amargarse la Vida de P. Watzlawick
¿Te ocurre alguno de estos supuestos a ti?, ya sabes por donde empezar para realizar un cambio hacia el bienestar.
En la vida estamos haciendo continuamente duelos, de lo que querríamos que fuera y de lo que es en realidad
Aura Marqués
Psicóloga. Psicoterapeuta, Clínico EMDR
Palma de Mallorca
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