Me comenta «nosotros hablamos mucho» «nosotros nos contamos todo» y yo les pregunto: «¿todo todo?.
¿Cuándo habláis con una persona cercana comentáis que sentís o sentisteis?
Escuchar más, hablar menos
Esta claro, no es lo mismo hablar que comunicarse, comunicar es un hecho más completo, complejo, que requiere que la persona sea capaz de darse cuenta, requiere cierta conciencia de si mismo para entender al otro.
Las trampa psicológica que usamos, con las que no escuchamos, se encuentran tan bien escondida que ni siquiera nos damos cuenta, decimos palabras vacías, poco afectivas, que no nos llevan al encuentro, distracciones para pasar el rato.
Para llegar a las relaciones mas profundas se necesita pasar la barrera que ponemos para que no sepan lo que pensamos o sentimos, atrevernos es tener coraje a mostrarnos a pesar de que puedan herirnos.
Veamos que trampas usamos y que nos impiden un encuentro más afectivo
Presuposiciones:
A menudo pensamos que hay cosas que se sobreentienden, se dan por supuesto, pensar que cómo yo lo veo lo verán todos…
Nuestras creencias de como se debe vivir son tan rígidas que nos impiden ver las creencias del otro.
- La lectura mental, por las expresiones nos atrevemos a hacer conjeturas, no tenemos acceso a todas sus intenciones.
- Interpretar, es un juego apasionante para algunas personas, interpretan la conducta ajena según las intenciones asociadas a sus propias conductas.
- Efecto-causa, se pretende saber la causa de lo que les ocurre a los demás, se completan las frases de los demás
- Juicios, categorizar a las personas, reducir su identidad a una conducta, detrás de los juicios se esconden muchas proyecciones, “dime qué juzgas y te diré lo que te falta o sobra”
Aconsejar:
Las personas que mejores consejos podrían dar son precisamente las que no lo hacen.
Nadie está en el mismo momento, ni en el mismo nivel en la vida “yo de ti haria”, “yo en tu lugar”… «tienes que…» creyendo que ayudamos.
En su lugar les empequeñecemos, les limitamos su propio crecimiento. Pensamos que no sabe solucionar sus problemas, y lo peor que dentro de nosotros estamos convencidos que nosotros si los sabemos solucionar.
Hacer reflexionar es siempre mejor que ponerse de ejemplo.
Querer tener razón:
“No estamos aquí para tener razón, sino para amar” (Demartini).
Detrás de los empecinamientos se esconden grandes inseguridades. Razonar es un mecanismo intelectual, óptimo para planificar, organizar… en las cuestiones de la vida no valen tanto las razones como los sentimientos, vivimos la vida ¡no la pensamos!.
Pensemos: ¿que sentimos cuando nos quitan la razón?, quizas sintamos el vértigo como si nos hubieran quitado la estructura que sostiene el edificio.
Que hay mas lindo que a pesar de pensar que no tienes razón, «no me importa que sientas que tienes la razón, porque me gusta que te sientas a gusto, porque perder contigo es ganar»
Instrucciones paradójicas:
A menudo damos órdenes imposibles de cumplir.
Un clásico es “Sé espontáneo” «no vale la pena sufrir» «no pasa nada», «no pienses en eso (y claro se piensa más)», hay muchos ejemplos de frases hechas que son palabras que mas bien parece que quieren calmar al que habla más que al que escucha.
Prueba a decirle a alguien no te pongas nervioso y veras que ocurre lo contrario. Ya que las emociones ocurren, lo decide nuestro sistema interno, por alguna razón y la mayoría de veces para ayudarnos.
Decir lo que hay que sentir:
Este lo conocéis todos, lo habréis oído infinidad de veces, sobre todo a los niños.
Decimos: «eso que sientes no te hará sentir mejor», «se positivo», “no te lo tomes así”, “no hay para tanto”, “es que te enfadas por nada”, “no estés triste”, «contrólate»…
Si entendemos que las emociones ocurren continuamente en nuestro cerebro sin nuestro control, son necesarias para la supervivencia, nos ayudan a cubrir nuestras necesidades y que estas se expresan a través de las sensaciones corporales.
¿No sería mejor primero «validar» las emociones del otro?, saber que está sintiendo sin cuestionar la causa, y calmar, no eliminar ni suprimirlas. Acompañar, entender, eso regula hace que el dolor sea más llevadero.
Escucharse a sí mismo:
A menudo ante un interlocutor que nos cuenta cosas que no son de nuestro interés “desconectamos”. No siempre se trata de una conversación pesada, a veces estamos más pendientes de nuestras sensaciones, nos escuchamos a nosotros mismos.
En este aspecto se dan los dos extremos:
- Ponerse como centro del mundo. La única conversación que les interesa es hablar de ellos mismos: “lo más grande…”, “lo más divertido…”, “lo más de lo más…”
- Poner al otro como centro del mundo desapareciendo. Los que están tan pendientes de los demás que se olvidan de ellos, convierten la vida de los demás en su vida.
Entre los dos extremos estás tu, conectarse, sentir que pertenecemos es natural en el ser humano, pero a veces puede hacer que nos sintamos vulnerables y desconfiemos.
Decir la última palabra:
Que típico de algunas personas, y que irritante puede hacer sentir a los otros.
Decir la ultima palabra, poner el ultimo mensaje de Whatsapp, hay personas que no soportan no ser el ultimo.
Es sucedáneo de “tener razón”. Acostumbrarnos a decir la última palabra volvemos a entrar en el juego de poder en las relaciones.
Hablar sin decir nada:
Ya lo he comentado al principio que comunicar no es hablar, es algo másprofundo.
Pero para rizar el rizo esta el enmarañarse en un conjunto de palabrerías que distraen la comprensión.
Hablamos mucho, pero no decimos nada. “No se lo que ha dicho, pero lo ha dicho tan bien”.
Hablar sin sinceridad. Pasar de un tema a otro mientras se habla y habla creando como una neblina entre los dos, donde uno queda como hipnotizado ¿de que está hablando?, ¿Cuál fue el tema de conversación?, ¿Cómo puede hablar tanto?.
Cuando se desea comunicar se hace normalmente con pocas palabras.
Distorsiones cognitivas
Al comunicarnos va a tener mucho que ver el significado que demos a nuestros estados de ánimo, pensamientos y conductas. Estos significados dan sentido a la propia vida actual, los recuerdos, lo que se espera del futuro y cómo se considera la persona a sí misma.
- Percibir sólo lo congruente con mi estado de ánimo, ver la realidad a través de “unas gafas”
- Pensamiento dicotómico o polarizado, todo se ve blanco o negro, o sí o no… la vida no se puede simplificar en dos posiciones.
- «Sobregeneralizaciones», a partir de uno o diversos hechos aislados se extiende la experiencia negativa al resto de situaciones vitales, aunque no estén relacionadas con el hecho.
- Inferencias arbitrarias, se anticipa una determinada conclusión sin ninguna evidencia que la demuestre o incluso evidenciándose todo lo contrario (conversaciones bizantinas: exigen demostraciones de algo que no existe)
- Personalización, relacionar los acontecimientos consigo mismo. Personalizar algo que se escapa de la propia responsabilidad. A veces ocurre todo lo contrario: las circunstancias se convierten en excusa para rehuir responsabilidades.
- “Debería”, personas que se exigen mucho a sí mismas, a los otros y a la vida. Estar al lado de una persona que pasa buena parte del día usando los “debería” acaba arruinando la relación. Demasiadas expectativas, demasiadas obligaciones, demasiadas exigencias. Los “debería” nos alejan del presente, en el presente “hacemos” y basta.
- Falacias de justicia, razón y cambio, enredos o distorsiones, cuando estamos convencidos de que es injusto todo aquello que no coincide con nuestros deseos personales, o bien de que estamos en posesión de la verdad o de que son los otros los que tienen que cambiar de conducta para que nosotros podamos estar en paz.
Seguro que muchas de estas trampas te suenan, e incluso las has usado alguna vez. Reflexionar sobre como contamos nuestras cosas y de como escuchamos lo que nos cuentas es importante para conseguir amistades cercanas.
¿Quieres comentarnos tu experiencia? ¿Cuándo has sentido que no eras escuchado, ignorado? seguro que enriquecerá nuestro artículo.
Aura Marqués
Psicóloga, Psicoterapeuta Gestalt y Clínico EMDR
Palma de Mallorca