En las interacciones sociales cuando decimos que es imposible no comunicarse, queremos afirmar que la comunicación se produce siempre. Cada comportamiento, consciente o no, intencional o no, puede ser interpretado y es, por tanto, un mensaje.
Es difícil cuando nos encontramos en una situación interpersonal, eludir la comunicación con otra persona si no queremos comunicarnos. Pongo un ejemplo: dos desconocidos compartiendo asientos en un avión, uno quiere hablar el otro no ( al que no quiere hablar lo llamaremos «PASAJERO B») .
Hay dos cosas que no puede hacer: no puede abandonar físicamente osea irse del avión y no puede no comunicarse (en toda situación de interacción es imposible no comunicarse).
Las cuatro reacciones posibles que le quedan a la persona que no desee comunicarse son las siguientes:
Rechazo de la comunicación
El «pasajero B” puede hacer sentir al otro pasajero, en forma más o menos descortés, que no le interesa conversar. Puesto que ello es reprobable desde el punto de vista de la buena educación, se necesita valor para hacerlo y da lugar a un silencio más bien tenso e incómodo, de modo que, de hecho, no se ha evitado una relación .
Aceptación de la comunicación
El «pasajero B” terminará por ceder y entablar conversación. Probablemente se
odiará a sí mismo y a la otra persona por su propia debilidad, pero esto, según los autores, no interesa. Lo significativo aquí es que no tardará en comprender la sabiduría de la norma militar según la cual “en caso de ser capturado proporcione sólo su nombre, rango y número de serie”, pues el pasajero parlanchín quizá no esté dispuesto a quedarse a mitad de camino, sino más bien decidido a averiguar todo acerca del “pasajero B”, incluyendo sus pensamientos, sentimientos y creencias. Y una vez que “B” ha comenzado a responder, le resultará cada vez más difícil detenerse, hecho que conocen todos lo especialistas en “lavado de cerebro”.
Descalificación de la comunicación
El «pasajero B” puede defenderse mediante la importante técnica de la descalificación; esto es, puede comunicarse de modo tal que su propia comunicación o la del otro queden invalidadas. Las descalificaciones abarcan una amplia gama de fenómenos comunicacionales, tales como autocontradicciones, incongruencias, cambios de tema, tangencializaciones, oraciones incompletas, malentendidos, estilo oscuro o manierismos idiomáticos, interpretaciones literales de la metáfora e interpretación metafórica de las expresiones literales, etc.
El síntoma como comunicación
Por último, hay una cuarta respuesta que el «pasajero B” puede emplear para defenderse contra la locuacidad del pasajero que quiere comunicarse: puede fingir somnolencia, sordera, borrachera, ignorancia del idioma, o cualquier otra deficiencia o incapacidad que justifique la imposibilidad de comunicarse. En todos estos casos, entonces, el mensaje es el mismo: “A mí no me molestaría hablarle, pero algo más fuerte que yo, de lo cual no puede culpárseme, me lo impide”.
El síntoma como un mensaje no verbal: no soy yo quien quiere o no quiere hacer esto, sino algo fuera de mi control, por ejemplo, mis nervios, mi enfermedad, mi ansiedad, mi mala vista, el alcohol, la educación que he recibido, los comunistas o mi esposa.
Los seres humanos se comunican tanto digital como analógicamente. El lenguaje digital, o lenguaje verbal, es concreto, claro, cuenta con una sintaxis lógica sumamente compleja y poderosa, pero carece de una semántica adecuada en el campo de la relación, mientras que el lenguaje analógico o lenguaje no verbal, ambiguo, y necesita ser interpretado, posee la semántica pero no una sintaxis adecuada para la definición inequívoca de la naturaleza de las relaciones.
Aura Marqués
Psicóloga General Sanitaria
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