
Los psicólogos establecen que la culpa es la diferencia entre lo que hice y lo que debería haber hecho, entre lo que quiero y lo que debería hacer.
La culpa es una emoción que nos paraliza, que nos impide seguir desarrollando todo el potencial que tenemos; la culpa es venganza, bronca y boicot contra uno mismo.
Vivir con culpa es vivir con cadena perpetua.
Es condenarse a vivir insatisfecho, victimizándose todo el tiempo por la vida que nos ha tocado vivir.
Si le damos permiso a la culpa que para que crezca y ocupe cada vez más espacio dentro de nuestras emociones, ésta se convertirá en la causante de una
depresión que sabremos dónde comienza pero no dónde termina.
Pecado original
Desde el comienzo de la humanidad, a partir de la misma creación del primer hombre, Adán, la culpa y la victimización se metieron en el ser humano. La primera culpa nació en Adán por haberle hecho caso a Eva y haber comido del fruto prohibido.
Entonces, por culpa, Adán comenzó a tapar su cuerpo: ya no podía mostrarse desnudo delante de su Creador. Por culpa de Eva, dice la historia, Adán cayó.
Ahora bien: ¿a dónde quedó la capacidad de Adán para decidir comer o no esa manzana? ¿Fue Eva la victimaría y Adán la víctima?
Sin darnos cuenta, el hombre comenzó a llenar ese Edén con culpables e inocentes, con víctimas y victimarios y se predispuso a vivir y a asumir culpas ajenas, transformando una vida de libre albedrío en una vida culpógena llena de sacrificios, ritos y frustraciones innecesarios.
Experimenta
¿Qué sucede cuando una persona experimenta sentimientos de culpa?
Sufrirá privaciones.
Dirá frases tales como:
• No tengo tiempo para mí
• A mí sí me gusta lo que estoy haciendo, pero no vale la pena
• No lo puedo lograr, mi familia nunca pudo alcanzar este sueño
Son dichos y emociones culpógenas.
Desde el momento en que un obstáculo bloquea tu sueño y afirmas que no tienes capacidad para llevarlo a cabo, vives con culpa.
La culpa es la emoción más obstaculizadora en el camino de los anhelos y objetivos.
La culpa te hará sentir que no eres merecedor de esos beneficios, que tu deseo es mucho para ti, y, en medio de un mundo en el cual cada ser humano trata de obtener ventajas y de aprovechar al máximo cada oportunidad, te sumergirás en la culpa, dejando que otros tomen lo que es tuyo.
Autoreproche
El autoreproche es un sonido interno y continuo que te hablará y te pedirá recibo por cada palabra que pronuncies.
Se trata de una voz difícil de acallar, de una voz que detiene tu avance y te aleja de tus objetivos, de una voz demandante y quejosa a la que nunca podrás conformar, hagas lo que hagas, a menos que afirmes tus determinaciones y convicciones.
Es un eco constante. Se trata, en síntesis, de esa voz amenazante que cada mañana, al levantarte, deposita en tu mente el primer pensamiento negativo del día:
• ¿Cómo lo voy a hacer?
• ¿No es mucho para mí?
• ¿Por qué tomé esa decisión?
• ¿Para qué hablé?
Es una voz que intenta vivir en ti y a la que sólo tú autorizas la permanencia.
Es una voz que constantemente replica en tu mente, te atormenta y obsesiona con un único pensamiento uniforme: tú no puedes, nunca serás lo suficientemente bueno para alcanzar tu meta.
Pensamientos rígidos
Quienes viven con culpa establecen dentro de sí pensamientos rígidos, normas inflexibles y principios imposibles de alcanzar cuyo objetivo final es boicotear el éxito, obligándose así a vivir en medio de un fracaso continuo.
Se trata de pensamientos que terminan haciéndote creer que el objetivo fundamental de tu vida es permanecer y subsistir como puedas, distrayéndote de esta forma de lo fundamental de la existencia: crecer, multiplicarte y cumplir tus sueños.
Esta estructura de pensamiento se detendrá en los errores o fracasos que por los que hayas atravesado sin recordar ningún obstáculo ni circunstancia difícil que hayas superado
en el pasado.
Nos sucede a todos: sin darnos cuenta nos sometemos a mandatos, voces internas y externas que nos colocan en un lugar desde el cual la posición de víctima o de culpable es la que mejor nos queda.
Los otros se transforman en responsables de nuestro destino y así dejamos de hacernos cargo de nuestros propios objetivos.
De esta forma obtenemos el beneficio secundario de depositar en el otro toda la culpabilidad de nuestros desaciertos y desdichas y de hacer de nosotros pobres seres humanos errantes y carentes de valor y dominio propio para decidir sobre nuestro hoy y nuestro mañana.
Las voces
Nos aferramos a dichos y voces:
• Mis padres me repitieron durante años que por haberme tenido no pudieron estudiar.
• Mis padres me decían: no dejes la comida en el plato, piensa que hay chicos en África que se mueren de hambre.
• Siento culpa por haber sido abusada sexualmente.
• Me siento culpable por la separación de mis padres.
• Siempre remarcaban mis errores y por eso me sentía culpable todo el tiempo.
• Tuve un padre ausente toda mi vida y debí hacerme cargo de mis hermanos, pero no supe cómo; yo tengo la culpa de sus situaciones actuales.
Maneras sutiles
Todas éstas son maneras sutiles de transmitir las culpas que nos detuvieron en el camino hacia la búsqueda de la felicidad y del bienestar que nos merecemos.
Son culpas ajenas generadoras de insatisfacciones continuas.
Son culpas que se alimentan de mandatos externos y sociales y de emociones internas no resueltas que siguen teniendo poder y valor sobre nuestras vidas.
Hay personas que han sido criadas en familias que las han hecho responsables de la separación de los padres, de la pérdida del trabajo de la madre que en un momento decidió quedarse en su hogar para cuidarlas o de las frustraciones profesionales de sus tutores.
Y así podríamos seguir enunciando los mandatos que cada familia se encargó de transmitir a tantas personas. Se trata de creencias culturales que jamás te permitieron alcanzar ni disfrutar en absoluto de nada.
Son las exigencias que demandaban que dieras más, siempre un poco más, y claro, como no pudiste alcanzar ese parámetro de perfección, terminaste ubicándote en el lugar de la víctima, acarreando culpas que no te correspondían.
En este punto es necesario que nos detengamos. Lo que decidimos escuchar y aceptar como nuestro es lo que nos enferma y nos detiene.
Ten en cuenta que con lo que aceptamos, anulamos, postergamos o generamos nuestro éxito.
¿Quién maneja el control remoto de tus emociones y pensamientos?,
¿Quién decide qué pensar, qué sentir? Sólo tú. Dependerá de ti, de tu decisión de ubicarte en un lugar de víctima o de Poder sobre tu propia vida.
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Aura Marqués
Psicóloga, Psicoterapeuta Gestalt y Clínico EMDR
Palma de Mallorca
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