No existe una unanimidad entre los profesionales respecto a qué tipo de experiencias han de ser consideradas traumáticas. Hay algunas muy claras, terremotos, accidentes graves, sin embargo no son estas las más dañinas a nivel psicológico.
Aunque nacemos con una asombrosa capacidad para adaptarnos y sobrevivir, nuestra manera de enfrentarnos a lo que sucede tiene mucho que ver con las relaciones sociales, sobre todo cuando no estamos formados, osea entre el momento de la gestación hasta la madurez mental.
En la infancia establecemos conductas de apego para protegernos del entorno y desarrollarnos emocionalmente y físicamente. Esto nos hace vulnerables, ya que somos muy dependientes de los primeros cuidadores mientras crecemos.
La sensación de sentirse incomprendido y la dificultad para entender lo que nos ha tocado vivir, es frecuente entre las personas que han crecido entre entornos poco acogedores o amenazantes.
Listado de experiencias
En nuestros primeros años vamos construyendo un «listado de experiencias significativas», que constituye la base de nuestro funcionamiento, a este listado iremos cuando necesitemos tener una referencia si aparece una situación nueva.
¿Qué es un trauma?
Un trauma es una situación que sobrepasa la experiencia ordinaria. Cuando se vive una amenaza contra la vida, o nuestra identidad, ya sea porque es muy intensa, porque nos coge en momentos que estamos bajos, porque están implicadas personas significativas, o por lo cualquier otro motivo, se puede cambiar nuestro concepto de la vida, romper las creencias sobre nosotros y el mundo.
Cómo afecta el trauma
Sabemos que la manera en que nos regulamos emocionalmente influye en como procesamos y almacenamos los recuerdos. En situaciones extremas y abrumadoras, cuando nos vemos sobrepasados, nuestro sistema nervioso puede colapsar.
La capacidad de nuestro cerebro para procesar la experiencia se ve superada. Si somos personas que evitamos sentir, cuando los sentimientos se hagan intensos, evitaremos sentirlos y querremos suprimirlos, lo cual impedirá procesar bien lo que ha ocurrido, los recuerdos no podrán pasar a la caja de la memorias antiguas, y se quedaran ahí flotando en el presente, conservando parte de los pensamientos, emociones y sensaciones vividos.
Podemos tener la sensación que funcionamos bien, por un tiempo evitaremos sentir emociones, no pensar en ello nos da la sensación de control.
Evitar o suprimir no son acciones del todo eficaces, y nos traerán futuros problemas psicológicos.
El trauma en la infancia
Si el trauma ocurre siendo pequeños, sobre todo en los primeros años, necesitaremos la presencia de adultos que nos den apoyo, nos enseñen a regularnos, nos ayuden a recuperarnos, nos permitan hablar y compartan con ellos lo sucedido.
Sin esto no podemos integrar bien lo ocurrido. Si además ocurren situaciones desfavorables a menudo, el efecto puede ser acumulativo, y hacernos sensibles a lo que nos venga después.
Son especialmente dañinos los sucesos negativos que nos ocurren en los primeros años de nuestra vida, en las primeras etapas del desarrollo, dentro de las relaciones de intimidad.
La interpretación que hace el niño del trauma depende de la edad y el estado del desarrollo del mismo en le momento traumático, y de la cantidad de apoyo emocional la información real disponible en el momento, o poco después del suceso. lo que podría ayudar el niño/a a dar sentido a lo ocurrido.
Durante el suceso traumático el niño/a puede interpretar el suceso de una manera infantil y generar creencias negativas acerca de si mismo, como «estoy en peligro, nadie me puede ayudar, es mi culpa, no valgo porque no puedo salvarlos o ayudarlos…».
Los niños son extremadamente resistentes y si tienen a su disposición el apoyo de una persona adultas para ayudarles a dar sentido a lo que han experimentado, son capaces de integrar estar experiencias y de seguir con sus vidas saliendo relativamente ilesos. Los adultos que han presenciado o ha sobrevivido a hechos abrumadores o terroríficos en su infancia, sin una persona adulta emocionalmente disponible que les ayude a dar sentido y a integrar esas experiencias traumáticas, llevaran los recuerdos implícitos de estos hechos traumáticos en sus sistemas cuerpo -mente, incluso no tendrá ningún recuerdo explicito de lo que pasó. Más tarde en su vida, cuando el adulto recuerde el hecho, no tendrá ningún contexto autobiográfico para lo que esta sintiendo, ni siquiera se dará cuenta de que esta recordando un hecho real. (Peggy Pace).
Recuerdos no procesados.
Con el paso del tiempo, los recuerdos que no se han procesado, o sea colocado, elaborado e integrado adecuadamente en nuestra memoria, estarán activos.
Tendremos bloqueos de memoria, épocas de la vida que no podemos recordar, lagunas de memoria de nuestro pasado, sin embargo las sensaciones, emociones experimentadas durante los terribles circunstancias, quedarán archivadas en el cuerpo y ante situaciones a veces insignificantes reaparecerán más tarde sin que podamos conectarlas con el pasado.
Las sensaciones pueden perdurar años y reaparecer mucho más tarde, ante lo que llamamos «disparadores», situaciones, personas, imágenes, pensamientos que reabren el pasado.
Cuando ocurre un disparador estamos mal pero no sabemos que nos pasa, no sabemos como ha empezado este malestar o por qué nos sucede. Sentimos que estamos reviviendo un pasado una y otra vez.
Podemos en la edad adulta no entender la relación entre nuestro malestar y lo que nos rodea, podemos extrañarnos de que un problema nos haga sentir así, y nos enfadamos con nosotros mismos por estar de esta manera.
Si la sensación o emoción interna es muy desagradable, no querremos parar a notarlas o entenderlas e intentaremos controlar lo que sentimos y pensamos, incluso podemos tomar medicamentos, hacer actividades sin parar, buscar emociones intensas que nos tapen lo que sentimos, todo menos paramos a reflexionar sobre lo que nos ocurre.
¿Donde queda el miedo?
El miedo a revivir lo pasado nos acompañará hasta que decidamos parar y explorar que nos esta pasando. Cuanto menor es nuestra conciencia sobre lo ocurrido y lo importante que fue, mas grande será la repercusión. Cuanto mas intentemos seguir adelante, más parecerá que volvemos al pasado de nuevo, originando un bucle sin fin, lo que queremos que no ocurra es lo que más pasa.
Evitamos recordar el trauma
Muchas veces las personas que han vivido con familias disfuncionales tratan de hacer su vida nueva, se alejan de la ciudad, de la familia, parece que les va bien, pasan los años, y en cuanto ocurre un incidente, sus vidas se desmoronan.
Trauma infantil
Las experiencias tempranas más dañinas son todas aquellas en que el perpetrador es un miembro de la familia. Los niños a menudo se disocian durante los incidentes traumáticos y como adultos pueden no tener recuerdos explícitos de qué experimentaron siendo niños.
Sin embargo, el trauma permanece almacenado en el cuerpo-mente como recuerdo implícito (Siegel).
Con la disociación o con la prohibición de hablar con otros de lo que experimentó, como ocurre tan a menudo en el abuso familiar infantil, puede hacer un bloqueo profundo en el camino hacia la consolidación del recuerdo.
Recuperarse de un trauma
Algunas experiencias traumáticas no dejan huella, se asimilan, las pensamos, las hablamos, las soñamos e integramos en nuestra historia.
Cuando esto no ocurre, necesitamos realizar un trabajo y afrontar los recuerdos para que estos dejen de atormentarnos. Puede ser un trabajo lento si estamos muy heridos pero beneficioso al final.
Aura Marqués
Psicóloga. Clínico EMDR
Palma de Mallorca
Donar a la autora, ayúdanos a mantener este blog
Por bizum +34 661963875
Por Paypal sicoviva@gmail.com